SALVADOR SOSTRES
El señor Riera trabajó
cada día de su vida, y ésa fue su forma de amar a su país y a su
familia, y de transmitir a sus hijos el fundamental sentido del deber.
Con mucho esfuerzo y una gran visión, capitaneó la expansión de la
empresa que su tío le dejó. Ganó dinero e hizo ganar dinero a sus
proveedores y empleados. Proyectó su humanidad y su amor a través de su
capacidad de trabajo, de su rigor en el comercio, del respeto hacia
todas las personas con las que trató y de la exigencia en la calidad
como principio básico. Fue hombre de pocas estridencias pero, en cada
acto, subrayó aquello en lo que creía y el día de Reyes, cuando murió,
dejó una Cataluña más rica y más próspera gracias a su compromiso y a su
dedicación.
Nunca estuvo enfermo, nunca faltó a ninguna de sus
obligaciones, nunca tuvo ninguna deuda ni hizo daño a nadie. El éxito es
posible desde la rectitud, desde la pulcritud, desde la permanente
generosidad. El señor Riera fue una clarísima prueba de ello. También
demostró que una plena e intensa entrega al trabajo es la mejor manera
de educar a tus hijos y que no existe esa división entre trabajo y
familia con la que los socialdemócratas pretenden justificar su
holgazanería. Trabajando das ejemplo y muestras a los chicos el camino.
Les muestras la diferencia entre lo esencial y lo accesorio, y que nada
conseguirán si no ponen todo su empeño en ello.
Educar es actuar, es ser virtuoso. Educar es trabajar, educar
es buscar la excelencia en todo lo que haces y conseguirla. Educar es
transmitir estos valores, y no perder el tiempo en tonterías. Educar es
enseñar a ganar y no ese humillante conformismo del haber participado.
Educar es reprimir la excusa.
Éste fue mi país durante mucho tiempo. El país del señor
Riera, el país de los empresarios que arriesgaban su dinero en proyectos
que no sólo les resultaban beneficiosos económicamente, sino que
representaban un progreso para la sociedad. El país de los hombres y las
mujeres que basaban su orgullo en la calidad de su trabajo y en la
potencia de sus empresas. El país de los hijos educados como ciudadanos
responsables y no como bestias que a nadie respetan y que no valoran
nada.
A pesar de que los hijos del señor Riera, y otros hijos de
otros empresarios muy serios, continuarán la labor de sus padres,
incluso mejorándola, si hemos conocido esta crisis ha sido porque
mayoritariamente hemos caído en el relativismo, en la mediocridad y en
la excusa, que es la más perniciosa de las mentiras modernas.
Los que con tanta insistencia preguntan cuándo y cómo
saldremos de este estancamiento tienen la única respuesta válida y
sincera en la vida del señor Riera. No habrá milagro ni ave de alas
inmensas que venga a rescatarnos. Mejoraremos cuando lo hagamos mejor y
cuando seamos mejores. Cuando trabajemos más y nos quejemos menos,
cuando asumamos que no es culpa de nadie más que de nosotros mismos, y
que sólo contamos con nuestro propio esfuerzo y nuestro propio mérito
para conseguir lo que nos proponemos.
Mejoraremos cuando hagamos lo que tenemos que hacer y nuestros hijos nos vean hacerlo; y les demostremos nuestro amor educándoles de verdad, y no mintiéndoles y destruyéndoles con huelgas, manifestaciones y demás pantomimas de la derrota. Señor Riera, fue un honor conocerle.